Hace unos meses tuve la desgracia de perder a mi padre. Durante su ultimo ingreso en Medicina paliativa (la unidad del hospital donde ingresan a las personas que no tienen cura, para el que no lo sepa) nos llevamos una television pequeña de casa hartos de pagar un precio desorbitado por utilizar la televisión que habia en la habitación, que además, una vez introducido el dinero, te lo iba descontado, vieses la tele o no. Vamos, una estafa en toda regla.
Al día siguiente, esperando la diaría y dolorosa entrada del médico a decirnos como a mi padre se le iba yendo la vida, cual fue nuestra estupefacción al ver entrar en su lugar a dos guardias de seguridad que casi sin poder mirarnos a los ojos de la verguenza (solo cumplian órdenes), nos dicen que les han dado un aviso de que el paciente de esa habitación tiene una televisión de fuera del hospital y que si no la desconectamos tendrán que llevársela.
Mi padre murió pocos dias despues y no puedo explicar el sentimiento de rabia tan profundo al recordar como lo timaban por ultima vez.
jueves, 8 de octubre de 2009
lunes, 23 de julio de 2007
Tengo un sueño
Tengo un sueño y una esperanza: Un día despertaré en otro lugar, en otra ciudad, en otro tiempo, con un enorme sol de primavera colándose por la ventana de la habitación e iluminando un cuerpo desnudo junto al mío. Una sonrisa se dibujará en mi rostro y me acordaré del día que escribí esto. Incluso puede que me permita la licencia de que una lágrima se me descuelgue de los ojos. Entonces besaré a esa persona en la frente, con suma sutileza, sin despertarla, tan sólo provocando un giro inesperado en la trama de su sueño y me volveré a dormir. O quizás coja mi viejo Fender Jazz Bass color púrpura con su voz rasgada en mil y una batallas y lo colgaré a mi espalda. Cerraré la puerta de la casa con sumo cuidado para no despertarla. Saldré a la calle y el sol me deslumbrará y me inundará calándome hasta las entrañas. Sentiré el calor de la vida de nuevo, teniendo que echar mano de esas ray-ban de los setenta que pertenecieron a mi padre y que tanto me gustan. Seré testigo de nuevo del alboroto de una ciudad que despierta a través de ese prisma verdoso. Caminaré sin prisa por la calle hasta esa cafetería céntrica que tanto me gustará. Desayunaré y encenderé un pitillo de esa marca que jamás pensé que fumaría, y mientras el humo escapa de mis pulmones sabré que todo ha merecido la pena: enalteceré la categoría del riesgo. Estaré a salvo. Habré recobrado el swing, la cadencia, la parte dulce de todo blues. Cogeré una servilleta y escribiré: "Lo has conseguido".
Sonreiré y lloraré a la vez.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)